Hace mucho
tiempo, cuando los edificios rascaban los cielos, cuando el mundo se había
convertido en una forma de permanencia y no de vida, donde se sobrevivía y la
vida se conseguía y no se obtenía, donde el tiempo golpeaba cada latido como un
mazo, y los cocodrilos tenían también derecho a llorar por motivos, el mundo
era esclavo de su propio dolor y angustia, eran prisioneros en celdas abiertas,
los lideres aborregaron a sus naciones, les hicieron creerse libres para ser esclavizados,
les hicieron lamer la miel de la democracia, para demostrarles la dictadura del
voto, y niños no me malinterpretéis no quiero decir con esto que votar no sea
necesario, ni mucho menos, solo que cada cual es esclavo de sus palabras y
dueño de su destino, pero el mundo no es de uno solo, y cada acción tiene una
consecuencia y cada movimiento de ala que hace una mariposa en Japón
desencadena una tempestad en New York, cada lágrima de una dulce princesa es
una tempestuosa tormenta, sucede pues que en aquel reino, de enormes montañas habitadas,
y carromatos potentes, existía un hombre, distinto y a la vez igual, creyente y
a la vez ateo, temeroso de la ira de dios y a la vez desafiante de su religión,
su nombre era Paulesku Karpov, era un antiguo héroe de guerra, había vivido la
crisis de los misiles de cuba y la rebelión de las naciones mundiales,
comunista acérrimo detestaba el comunismo actual, la ignorancia, los lideres
falsos y el capitalismo, muchos se proclamaban de izquierdas, de derechas,
niñatos estúpidos, ¿Cómo pueden proclamar como suya una bandera que no sienten?
No pueden sentir una bandera que no han sangrado, que no han envuelto a su
hermano muerto sacándolo de bajo de la nieve tiroteado por fuego fascista,
Stalingrad, era el infierno, nuestro camarada Stalin nos mando ahi, a luchar
por la madre patria, los fascistas disparaban a los valientes, los camaradas a
los cobardes desertores, recordé un libro que había leído, de un famoso
novelista ingles en ese momento “Incluso en la oscuridad se veía luz, como la
que siempre hay sobre la nieve; y parecía que las ráfagas de nieve y las
candelas de niebla adoptaban forma de mujeres con largos vestidos flotantes” la
nieve se arremolinaba y la luz de las metralletas de ambos sentidos brillaban,
y fuertemente mataban a mis hermanos camaradas, el fuego fascista, como ángeles
de entre la bruma de las explosiones salían llevándose las almas de mis
hermanos, me arrodille, un joven agonizaba al lado de un viejo ciprés acribillado
por las balas, su pechera entreabierta mostraba una tela roja, manchada de
sangre roja, sangre rusa, sangre comunista. Mi mano temerosa acaricio su
pechera y el aferro mi mano con fuerza, me miro con sus ojos azules, lo reconocí,
su nombre era Iván Raznov, solía jugar con mi hermana pequeña hacia tiempo
atrás, en mi aldea de los Urales. Saque con lentitud la roja bandera
ensangrentada, era una bandera de la antigua unión soviética, una bandera roja
con la hoz y el martillo, y la estrella dorada, mis lágrimas cayeron por mis mejillas,
si, los soldados, los rusos, los comunistas duros y fuertes, también lloramos,
no espere ni un instante, recogí una rama del suelo y la ate la bandera, la
agite con todas mis fuerzas y grite “LIBERTAD”… Mis desfallecidos camaradas,
resignados a morir vieron su bandera, no luchaban por Stalin, y no luchaban por
el comunismo, sino por su madre, por su padre, sus hermanos y hermanas, sus
hijos, su esposa y novia, su vecino, su abuelo… en definitiva por la
camaradería, por el compañerismo, por la igualdad de clases… eso es lo que era
el comunismo, el común de todos en una sola idea, en una sola bala, como unos
siameses, si cae uno caerán todos, y de repente sentí el enorme peso e la
bandera en mis manos, me la atavié bien en mi espalda y mate fascistas, aquella
noche cenamos alubias, y patatas cocidas, el frió era intenso, pero las fotos,
los recuerdos y las historias nos calentaban… la camaradería… las lágrimas de
todos enterrando en la nieve a nuestros camaradas caídos.
Ahora con
mis 85 años espero mi fin en esta habitación, me apresaron por ser quien soy,
por darles mi vida y por quien fui, durante la guerra fría me metieron en
Vorkuta, una prisión para los enemigos del comunismo, que vergüenza, yo quien
murió, quien perdió su vida por la bandera que aun venero y amo el comunismo,
encerrado como enemigo, olvidado encerrado… hay todos somos hermanos, hay conocí
a Mijaíl Raznova, era un gran hombre, recuerdo que lo conocí en Berlín, cuando
la toma, tras eso no supe más de él, fue un verdadero héroe, pero Stalin no
quería Héroes, sino ser el héroe, los soldados reciben las balas, los generales
las medallas, y los lideres la gloria, recuerdo que cuando me sacaron de mi
casa mi amada esposa me miro y lloro… me habían traicionado, necesitaban pagar,
escape de Vorkuta y me escape a Estados Unidos, el capitalismo prometido era
basura, nadie se preocupaba… en realidad… ya no estoy en Nueva York, pequeños,
os cuento esto desde una celda en el norte de Moscú, mis días llegan a su fin.
Cuando leas esto yo ya estaré muerto, me ejecutaran en 20 horas, hoy el 23 de
Diciembre de 2000 mis viejos, cansados y desgastados huesos tomaran polvo.
Paulesku
Karpov.